Autores Fernando Eguren

Terminamos nuestra tercera campaña de comunicación sobre seguridad alimentaria: “Con el hambre no se juega”

Por tercer año consecutivo, el Centro Peruano de Estudios Sociales –Cepes–realiza una campaña de comunicación para sensibilizar y alertar a los ciudadanos y a los tomadores de decisiones del delicado problema de la (in)seguridad alimentaria.

La primera campaña, iniciada en octubre del 2020, recogía la preocupación creada por la pandemia covid-19 en la alimentación de los ciudadanos, tanto en su fase de producción, principalmente agrícola, como en la del consumo. Las alteraciones en los diferentes momentos de la fase productiva y de las cadenas de suministro- acceso a créditos, a los diversos insumos, al transporte, a la información- y en las de distribución y consumo, pusieron en tensión el sistema alimentario. Millones de peruanos y peruanas, y centenares de miles de inmigrantes extranjeros, vieron sus ingresos disminuidos o anulados por la masiva pérdida de empleo formal e informal y, por ende, en su capacidad de acceder a una alimentación suficiente en calidad y cantidad. En esas circunstancias es que el Cepes inició, en octubre de ese año, su primera campaña por la seguridad alimentaria, a la que denominó “Si el agro produce, la ciudad se alimenta”, en la que se puso énfasis en la necesidad de apoyar a la agricultura familiar, principal responsable de la producción de alimentos.

Un año después iniciamos una segunda campaña de comunicación en la que, entre otros puntos, se resaltó el papel de la sociedad civil en la respuesta a la crisis alimentaria, destacando en particular la formación, gracias a la iniciativa de mujeres de familias de escasos recursos, de miles de ollas comunes, y asumieron la responsabilidad de garantizar la alimentación de más de un cuarto de millón de pobladores urbanos. Estas iniciativas suplieron en algo la falta de reflejos del Estado para enfrentar problema tan grave y masivo, como es el de la inseguridad alimentaria. Es con información recogida ese año que la FAO estimó que 16.6 millones de peruanos se encontraban en una situación de inseguridad alimentaria grave o moderada. El Cepes insistió, infructuosamente, en la necesidad de que se formase una instancia –Consejo, Comando u otra similar– con participación del Estado y la sociedad civil, de conformación pluralista, para apoyar los esfuerzos, sobre todo públicos, pero también privados, para enfrentar la crisis. 

La invasión de Rusia a Ucrania marcó una nueva y más grave fase de la crisis alimentaria. Ambos están entre los principales productores de alimentos y fertilizantes del mundo, y la guerra elevó sus precios a niveles sin precedentes, afectando al Perú, que importa de ambos países alimentos y fertilizantes. Ante la ausencia de una estrategia del gobierno para enfrentar una crisis que ya tenía más de un año de duración, el Cepes nombró su tercera campaña de seguridad alimentaria: “Con el hambre no se juega”. Entre las actividades realizadas en el curso de la campaña, el Cepes difundió a nivel nacional, como suplemento a la edición nacional del diario La República, un documento con información básica sobre la situación alimentaria global y del Perú, titulado Alimentos: somos vulnerables y dependientes”. Adicionalmente, el Cepes actualizó, por tercera, el informe Índice Global del Hambre en el Perú (IGH).

Conscientes de que la crisis alimentaria no es solamente coyuntural, sino que tiene raíces estructurales, el Cepes continuará realizando campañas de comunicación en los años siguientes, siempre renovando la esperanza de lograr una mayor sensibilidad y respuesta ante la (in)seguridad alimentaria de parte de los poderes públicos y de la sociedad civil organizada.

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