Autores Miguel Pintado

Hambre en el Perú: pandemia y coyuntura borran años de avances

La pandemia ha dejado saldos negativos no solo en términos económicos, laborales y sociales, sino también alimentarios. La actual coyuntura inflacionaria nacional e internacional ha venido agudizando y prolongando esta crisis, lo cual ha generado que muchas familias, principalmente las de menores recursos, tengan serias dificultades para cubrir sus necesidades alimentarias. La consecuencia más severa de estas dificultades termina en una situación de hambre. Precisamente, hace algunos años el Centro Peruano de Estudios Sociales (CEPES) en alianza con Ayuda en Acción vienen haciendo seguimiento a la medición del hambre en nuestro país. En el presente artículo presentamos algunos hallazgos relevantes.

Hambre y construcción del IGH

Según la FAO, el hambre se define como al estado de sensación física, incómoda o dolorosa causada por un consumo insuficiente de calorías. Este déficit puede tener consecuencias en las deficiencias en el estado nutricional, pérdida de energía, incapacidad, propensión a enfermedades y, en casos extremos, llevar a la muerte. Estas diferentes facetas del hambre sugieren que es un problema complejo. Precisamente, el Índice Global del Hambre (IGH) es una medida, cuyo diseño permite integrar diversos aspectos del hambre en un solo índice, a saber, inadecuado acceso alimentario, desnutrición y mortalidad. En términos operativos estos tres aspectos son cuantificados a partir de cuatro indicadores: déficit calórico de la población, desnutrición crónica infantil, desnutrición aguda infantil y mortalidad infantil.

IGH nacional y retrocesos

Los resultados a nivel nacional muestran que la evolución del hambre en nuestro país ha ido mejorando, pasando de 21.4 puntos en el 2008 a menos de 16 puntos en el 2019. En términos de la escala de gravedad del hambre, ello significó que el país pasó de una situación de hambre grave a una moderada; sin embargo, la pandemia y el contexto inflacionario de los últimos dos años han opacado varios años de avances (ver gráfico 1). En el caso de la pandemia, las diversas restricciones a la actividad económica, la pérdida de empleo y de ingresos incrementó notablemente el nivel del IGH pasando de 15.7 (en el 2019) a 18 puntos (en el 2020). Siguiendo la tendencia del IGH en los últimos años, este salto es equivalente a más de 5 años de retroceso.

Gráfico 1. Evolución del IGH en el Perú / Fuente: ENAHO, ENDES, varios años.

Luego del primer año de pandemia, la recuperación económica y social post-covid fue bastante rápida (efecto rebote); no obstante, la inestabilidad política local y el contexto internacional han frenado las fuerzas de recuperación mediante las presiones inflacionarias que han deteriorado las economías familiares, principalmente de los sectores más vulnerables y de menores recursos. La proyección del IGH realizada para este año (17.3 puntos) todavía está lejos del nivel registrado antes de la pandemia por lo que el camino a la recuperación en materia alimentaria todavía está a cuestas.

IGH subnacional e impactos diferenciados

Los últimos eventos coyunturales (pandemia, crisis e inestabilidad política, volatilidad de precios internacionales, conflicto Ucrania-Rusia) han desembocado, sin duda, en situación de desmejora de los niveles de hambre en nuestro país. Estos efectos, sin embargo, han sido en algunos casos más severos y en otros más modestos. Por ejemplo, en el caso de las áreas de residencia, los impactos en el hambre (cuantificado a través del IGH) han sido más drásticos en las áreas urbanas que en las rurales (ver gráfico 2). La dependencia diaria de ingresos, la precariedad laboral, los altos grados de informalidad y la desvinculación productiva-alimentaria de estos espacios urbanos crearon un panorama de alta vulnerabilidad alimentaria que la pandemia terminó por develar.

Gráfico 2. Evolución del IGH según área de residencia / Fuente: ENAHO, ENDES, varios años.

La pandemia, por tanto, borró más de una década de avances en materia alimentaria en el área urbana; mientras que, en la rural, solo fue de dos años. La recuperación económica del año 2021 parece no haber sido suficiente para revertir los efectos del covid-19 sobre el hambre, puesto que los niveles del IGH 2021 todavía no revierten los alcanzados en el 2019. Las proyecciones para el presente año[1], por su parte, apuntan a una mejora de la situación del hambre tanto en el área urbana como en la rural; sin embargo, el camino a la recuperación para estos espacios subnacionales también está a cuestas.

Brechas y severidad del hambre

Hasta lo revisado podemos notar que más allá de los impactos de los últimos eventos coyunturales, la situación del hambre en nuestro país parece no ser homogénea. De hecho, en algunos espacios territoriales los niveles de hambre suelen duplicar o triplicar los niveles de otros espacios. Ello lo podemos apreciar mejor cuando observamos los niveles de hambre a nivel departamental. Según el último cálculo del IGH 2021, la distancia entre el departamento con más hambre en el país (Apurímac, 29.6 puntos) y el de menos hambre (Ica, 7.2 puntos) es de 22.4 puntos, distancia equivalente al de Jamaica (7.0) y Zambia (29.3), según el último reporte global[2]. En este informe global se presenta una escala de gravedad útil, la cual hemos aplicado para clasificar los niveles de hambre de los departamentos de nuestro país (ver mapa 1). A partir de esta escala, corroboramos que solo 2 departamentos se encuentran en un nivel bajo de hambre; 16 departamentos, en un nivel moderado; y 7 departamentos, en un nivel grave. Hay, por lo tanto, brechas alimentarias muy marcadas que exigen atenciones diferenciadas.

Mapa 1. Escalas de gravedad del IGH en los departamentos del Perú, 2021 / Fuente: ENAHO, ENDES, varios años.

Retos pendientes

A la luz de los hallazgos, el primer reto pendiente consiste en revertir los impactos adversos sobre el hambre que ha tenido la pandemia y las presiones inflacionarias. Ya son casi 19 meses consecutivos de inflación general que viene generando pérdidas en la capacidad adquisitiva de la población, lo cual evidentemente pone en riesgo la capacidad de compra de bienes y servicios en donde los alimentos ocupan un lugar fundamental.

Otro reto pendiente tiene que ver con acortar las brechas en términos de los niveles de hambre. La cuantificación de los niveles del IGH a nivel subnacional (áreas y departamentos) han dado cuenta de las enormes distancias que registran algunos espacios territoriales en materia alimentaria. Al ser el hambre un problema complejo y multidimensional, exige enfoques de políticas multisectoriales y, a su vez, integrales que permitan conseguir una lucha más eficiente y aterrizada contra el hambre en nuestro país.


[1] Las proyecciones del IGH 2022 para el área urbana son de 16.3 puntos bajo un escenario moderado; mientras que, para el área rural, son de 20.1 puntos.

[2] https://www.globalhungerindex.org/pdf/en/2022/poster.pdf

Descarga aquí el informe final que sirvió para el IGH Informe Perú >> bit.ly/3BByAt5

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