“A partir del mes de marzo todo cambió. No podíamos juntarnos para preparar la harina de plátano, los mercados y las ferias estaban cerrados, las socias no recibían dinero para ayudar a sostener a su familia”
Titular Bello Córdova, dirigenta de la Asociación Regional de Productoras y Productores Ecológicos de Piura (ARPEP), lidera un grupo de 15 mujeres productoras de harina de plátano en Querecotillo. Su hablar piurano es alegre, cálido y trasmite esperanza, esa que no ha perdido pese a la difícil situación que le ha tocado vivir en este contexto de emergencia sanitaria.
“Somos productoras, socias, madres de familia. Vivimos en situación de pobreza, pero con mucho entusiasmo seguiremos fortaleciendo nuestra cultura emprendedora”, señaló.
Antes de la pandemia por el COVID-19, la señora Bello y sus 15 socias compraban el banano a los productores de la zona de Querecotillo a 70 soles el millar. Con esa cantidad sacaban 25 bolsas de harina de plátano que luego vendían en los mercados y ferias. La producción era semanal y la ganancia fluctuaba entre 100 y 200 soles.
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“A partir del mes de marzo todo cambió. Por ejemplo, el banano subió de 70 soles a 150 soles de tercera que era lo que comprábamos, y peor aún no había en la zona porque todo lo llevaban a Chiclayo y Trujillo; los mercados y las ferias estaban cerrados, no podíamos juntarnos para preparar la harina, las socias me llamaban muy preocupadas porque el dinero que recibían de la venta de la harina de plátano servía para ayudar a sostener a su familia, por ejemplo, pagar la luz, comprar arroz, azúcar, aceite”, indicó la dirigente.
Las mujeres aportan al desarrollo rural de su comunidad
Las mujeres productoras de harina de plátano de Querecotillo están bien organizadas y su trabajo es en equipo. La señora Titular recuerda los días que pasaban embolsando la harina.
“Trabajábamos 15 señoras, unas seleccionaban el banano, otras pelaban, otras rayaban el banano y otras ponían a secar al sol. Duraba el proceso de la secada 3 a 4 días si el sol era fuerte, con la hojuela seca comenzábamos a moler, lo envasamos y lo sacábamos a las ferias y al mercado, teníamos pedidos, pero ahorita no podemos hacer nada”, recordó.
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Pero las socias de harina de banano no solo se apoyan entre sí, también ayudan a otras mujeres con la producción y venta de algarrobina, mermelada, miel de abeja, verduras, frutas. Estas mujeres reconocen su aporte al desarrollo de su comunidad.
“Nosotros nos vemos como personas que verdaderamente sí estamos impulsando la agricultura, apoyamos en nuestros hogares, a nuestros hijos para que tengan una vida sana, que estén bien alimentados; también a madres solteras a sobresalir en su hogar, nosotras desempeñamos un rol muy imp’ortante dentro de la sociedad y vamos a salir adelante”, finalizó.
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Este contenido forma parte de la campaña Si el agro produce, la ciudad se alimenta, una iniciativa impulsada por el CEPES en alianza con CONVEAGRO, el Grupo Propuesta Ciudadana y DESCO. Es posible gracias al apoyo de Pan para el Mundo, Diakonía, Eclosio y la International Land Coalition, a través de la Plataforma para la Gobernanza Responsable de la Tierra. |